Con las armas nucleares,  ¿que podría salir mal? La respuesta es corta: Todo.

Las armas nucleares podrían ser lanzadas por accidente o error de cálculo. Ya ha habido varias “por poco” debido a advertencias falsas que casi provocan lanzamientos reales, lo que muy probablemente hubiera dado lugar a una represalia. Estas falsas advertencias son mucho más peligrosas para EE.UU. y Rusia sabiendo que cada lado mantiene cientos de armas nucleares en alerta, listas para ser lanzadas en cualquier  momento al darse la orden para hacerlo.

La mera posesión de armas nucleares y el “prestigio” en la comunidad internacional asociado a dicha posesión es un incentivo para la proliferación nuclear. Actualmente hay nueve países con armas nucleares. ¿Cuánto más peligroso sería el mundo si en su lugar fueran 19, 29 o 99 naciones?

Las armas nucleares tratan de ser justificadas por una hipótesis sobre el comportamiento humano conocida como la disuasión nuclear. Se arguye que una nación (con o sin armas nucleares) no atacará a otra si hay la amenaza de represalia nuclear. Pero la disuasión nuclear no es infalible y no proporciona protección física. La seguridad que ofrece es totalmente psicológica. Falla si un lado no cree que la otra parte realmente efectuaría una represalia nuclear. Falla si uno de los  lados no es racional. Es un error en el caso de que un grupo terrorista entre en posesión de armas nucleares, y al no tener un territorio, no se pueden tomar represalias en su contra y, además, podrían ser suicidas.

La disuasión nuclear puede proporcionar una débil, incierta y poco fiable protección contra otros estados, pero no ofrece ninguna contra los terroristas. Por lo tanto, los terroristas en posesión de dichas armas son la peor pesadilla de cualquier estado, incluyendo a los poseedores de estos fatídicos arsenales.

Ante tales peligros, tiene sentido tratar de reducir los arsenales nucleares al menor número posible de armas (con la meta de  cero) para que las que queden puedan ser vigiladas con mayor eficacia y evitar que caigan en las manos de grupos terroristas.

También es cierto que el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) obliga a los 190 países del tratado a negociar de buena fe sobre las medidas eficaces para poner fin a la carrera armamentista en fecha próxima y lograr el desarme nuclear completo. La obligación de negociar de buena fe para el desarme nuclear también se aplica a los cuatro países con armas nucleares que no son parte del TNP (Israel, India, Pakistán y Corea del Norte) a través del derecho internacional consuetudinario.

Ya que está claro que mucho podría salir mal con las armas nucleares, incluyendo que algunas caigan en manos de terroristas, es sorprendente que haya tanta complacencia en torno al tema. Esta complacencia es alimentada por la apatía, el conformismo, la ignorancia y la negación. Sin la participación ciudadana, empujando a los líderes políticos para que actúen, es probable que el mundo será testigo de la pesadilla del terror nuclear, ya sea ocasionada por un país o por terroristas en posesión de armas nucleares. La apatía y la negación tienen el potencial de corroer y disolver nuestro futuro común.

Por el momento, los nueve países con armas nucleares tienen planes para modernizar sus arsenales, a pesar de la inmoralidad, ilegalidad y desperdicio de los recursos involucrados en hacerlo. Tan sólo EE.UU. está planeando gastar mil millones de millones de dólares en la modernización de su arsenal nuclear en los próximos tres decenios. ¿Dónde está la lógica de estas acciones cuando hay tantas necesidades humanas incumplidas?

Las armas nucleares no son la solución a nuestros problemas, y plantean el espectro de la devastación de la civilización y el destino de la especie humana. ¿Que podría salir mal? ¿No deberían los ciudadanos simplemente ignorar los peligros nucleares y dejarlos en manos de los líderes de los países con esas armas?  Eso sería una simple continuación del status quo y no habría ninguna solución.

Debemos reconocer que estamos viviendo al borde de un precipicio nuclear con todos los peligros antes mencionados. En lugar de confiar en la disuasión y seguir modernizando los arsenales nucleares, tenemos que presionar a nuestros líderes políticos para que cumplan con nuestras obligaciones morales y legales para negociar de buena fe la prohibición y la eliminación de las armas nucleares. Es decir, tenemos que liberarnos de nuestra absurda complacencia y comprometernos por lograr un mundo cero nuclear.

Este artículo fue publicado originalmente por Truthout.

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David Krieger es Presidente de Nuclear Age Peace Foundation. Rubén D. Arvizu es Director para América Latina de Nuclear Age Peace Foundation.