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Vivimos en un vasto universo con miles de millones de galaxias, cada una de ellas compuesta de miles de millones de estrellas. Nuestra casa es un pequeño planeta que gira en torno a un pequeño sol en una galaxia remota. Se localiza a la distancia justa del sol, no es demasiado caliente ni demasiado fría para albergar vida. Dispone de aire respirable, agua que es potable, y suelo apto para los cultivos. En la inmensidad del espacio, es un objeto muy pequeño, al que el gran astrofísico y comunicador Carl Sagan se refería como un “punto azul pálido”. Nuestra Tierra es el único lugar que conocemos que alberga vida. Es la más preciada de las riquezas que podamos imaginar.
Uno podría pensar que cualquier criatura con cordura viviendo en este planeta reconocería su belleza y hermosura, y lo trataría con cuidado. En el libro clásico de Antoine de Saint-Exupéry, El Principito, el príncipe dice: “Es una cuestión de disciplina. Cuando hayamos terminado de lavarnos y vestirnos cada mañana, hay que atender el planeta.” Pero ese es un planeta imaginario con un pequeño príncipe imaginario. En el planeta real que sustenta la vida, en el que habitamos, no hay suficientes de nosotros que ejerzan esta disciplina y traten a nuestro planeta con amoroso cuidado.
Veamos cómo manejamos este tesoro único.Hemos permitido que el planeta se divida en ricos y pobres, donde pocas personas tienen miles de millones de dólares y miles de millones de personas tienen pocos dólares. Algunos viven en la codicia, y la mayoría vive en la necesidad. Hemos repartido el planeta en entidades que llamamos países y creado las fronteras que los países tratan de proteger. Hemos creado las fuerzas militares en estos países, dándoles enormes recursos para prepararse para la guerra y la destrucción. Los gastos militares mundiales exceden más de mil seiscientos millones de billones de dólares, mientras que cientos de millones de seres humanos viven sin agua potable, nutrición adecuada, atención médica y educación.
Hemos explotado con avidez los recursos del planeta sin importarnos las generaciones futuras o el daño que causamos al medio ambiente. En lugar de utilizar la energía renovable del sol para proveer nuestras necesidades de energía, explotamos las entrañas de la Tierra por petróleo y lo transportamos a través del globo. Hemos convertido gran parte del mundo en un desierto. Hemos contaminado el aire que respiramos y el agua que bebemos. En nuestro exceso, hemos empujado el planeta hacia el punto de no retorno en el calentamiento global, y luego argumentamos que el calentamiento global es una razón para construir más centrales nucleares.
Continuamos aprendiendo de una manera trágica que los seres humanos somos criaturas falibles. Esa es la lección de nuestros recurrentes derrames de petróleo. Es también la lección de los accidentes de Chernobyl hace un cuarto de siglo y en Fukushima hace un año. Es una lección que necesitamos urgentemente aprender acerca de las armas nucleares, las armas que hemos estado muy cerca de utilizar en muchas ocasiones y dos veces usado intencionalmente.
Las armas nucleares matan directamente por la explosión, el fuego y la radiación. Las bombas nucleares usadas en Hiroshima y Nagasaki eran pequeñas en comparación con las armas termonucleares de hoy. En los últimos años, hemos aprendido algunas cosas nuevas sobre la guerra nuclear. Los científicos atmosféricos han modelado una hipotética guerra nuclear entre la India y Pakistán en la que cada parte utiliza 50 armas nucleares del tamaño de la de Hiroshima para devastar sus ciudades. Además de los efectos directos de las armas,habría importantes efectos indirectos sobre el medio ambiente. El humo de las ciudades en llamas se elevaría a la estratosfera disminuyendo la luz del sol durante diez años, lo que reduciría las temperaturas medias de la superficie, afectando las temporadas de cultivo y dando lugar a una hambruna mundial que podría matar a cientos de millones de personas.
Ese sería el resultado de una guerra nuclear pequeña, utilizando menos del uno por ciento de las armas nucleares desplegadas operacionalmente en el planeta. Una guerra nuclear entre los EE.UU. y Rusia podría dar lugar a la extinción de la mayor parte de la vida compleja sobre la Tierra, incluyendo a nosotros los humanos Al celebrar el Día de la Tierra de este año, 20 años después del fin de la Guerra Fría, los EE.UU. y Rusia aún mantienen cientos de misiles balísticos intercontinentales listos para ser lanzados en cualquier momento .
Nosotros, los que estamos vivos hoy en día somos los custodios de este planeta para las generaciones futuras. Estamos fracasando en nuestra responsabilidad de heredarlo intacto. Necesitamos una ética nueva terrestre que abarque nuestra responsabilidad de ser justos con los demás y con el futuro. Necesitamos nuevas formas de educar a los que no se limitan a aceptar el status quo. Es necesario cambiar nuestro patriotismo por un humanismo mundial. Necesitamos un nuevo enfoque de la economía sobre la base de lo que es verdaderamente valioso: la vida y las condiciones que la apoyan.
El Día de la Tierra tendrá su mayor valor si nos recuerda que debemos cuidar de ella durante todos los demás días del año, de forma individual y global. Tenemos que inspirar a la gente en todo el mundo, jóvenes y viejos por igual, con una visión de la belleza y las maravillas de la Tierra que ahora podemos disfrutar, restaurarla y preservarla para las generaciones futuras, si atendemos a nuestro planeta con la disciplina del pequeño príncipe.