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“Hay que pensar en ello, nuestra democracia es una luz, un faro que irradia por el mundo porque produce un cambio en las urnas, y no por medio de explosiones, ni de la violencia que existe en muchos casos,”
Congresista Gabrielle Giffords.
Cuando Jared Lee Loughner disparó cobardemente a un grupo de personas reunidas en el ejercicio de un acto democrático fundamental, su misión era la de causar muerte, caos y consternación. La congresista demócrata Gabrielle Giffords, estaba llevando a cabo un diálogo abierto con sus electores afuera de un supermercado en Tucson, Arizona, cuando fue herida de gravedad y permanece en condición estable pero crítica. Otras 11 personas resultaron gravemente heridas.
La lista de asesinados incluye a John M. Roll, un respetado juez federal, Dorwin Stoddard quien protegió con su propio cuerpo a su esposa, Mavanell, Phyllis Schnell, una viuda y bisabuela, Gabriel Zimmerman, director asistente de la congresista Gifford en comunicaciones con la comunidad, él tenía 30 años y estaba comprometido para casarse, Dorothy Morris, una dama de 76 años. Y Christina Taylor Green, de sólo nueve años de edad.
El paso de Christina por la vida fue corto, pero de un enorme significado, como lo demuestra su optimismo, su alegría por la vida, la naturaleza, su amor por la familia, amigos y su interés en aprender cómo servir mejor a su país. Christina fue al evento de Gabrielle Gifford para aprender más sobre el proceso político.
Siendo uno de los 50 bebés nacidos en el fatídico día del 11de septiembre del 2001 presentados en el libro Rostros de la Esperanza: Bebés nacidos en el 11 de septiembre, ella y los otros bebés representan un rayo de esperanza después de uno de los acontecimientos más trágicos en la historia de EE.UU. Christina conocía el significado de haber nacido en una fecha que marcó un cambio radical en la política y las relaciones internacionales. Su deseo de aprender cómo llevar a cabo una vida democrática la llevó a ser miembro del consejo estudiantil y se convirtió en una líder en su escuela primaria de Mesa Verde. Sus padres han dicho que ella quería eliminar los odios y los prejuicios que nos dividen en vez de unirnos. Su vida fue, como la define su padre, John Green, ” ella fue vibrante, la mejor hija del mundo, y hermosos sus nueve años de existencia”
Christina formó parte de la nueva generación nacida en este siglo XXI que nos puede conducir hacia un camino para hacer los cambios urgentes que necesitamos en una sociedad cada vez más apática y egoísta.
Nosotros, en NAPF, creemos firmemente que librarnos de las armas nucleares es la misión primordial para salvaguardar a la humanidad, y ofrecemos aquí un humilde homenaje a esta niña encantadora, llena de amor para su familia y todos los que tuvieron la suerte de conocerla.
Su legado debe ser un ejemplo positivo para todos los que vivimos ahora y para las generaciones futuras.